Australia es el nuevo campo de batalla de bárbaros contra aristócratas. Los bárbaros, como la nueva élite del consumo, la cultura y los negocios en internet; los aristócratas, como la vieja burguesía de las industrias tradicionales, los mass media y la regulación, adaptando la cartografía propuesta por Alessandro Barico en Los bárbaros (2008).
En Australia, una isla en el Pacífico distante 14,500 kilómetros de México y tan próxima a través de internet, el regulador antimonopolios propuso al Parlamento una ley que obliga a Google y Facebook a pagar a periódicos y noticieros de radio y televisión por los contenidos informativos que se encuentren disponibles en esas plataformas digitales.
No es un impuesto, sino una retribución económica que Google y Facebook tendrán que pagar a la vieja aristocracia con la intención de nivelar la competencia digital y compensar presuntos ingresos no devengados por los medios tradicionales a causa del acaparamiento de la publicidad digital por los nuevos barones transplanetarios.
Se calcula que Google y Facebook concentran 80% de la publicidad digital en Australia; 70% en Reino Unido, y 50% en Estados Unidos (para México, por supuesto, no existen datos; lo más cercano a un dato es la investigación que inició Cofece en agosto de 2020 sobre posibles prácticas monopólicas, sin mencionar nombres).
Ambos gigantes tecnológicos amenazaron con suspender sus servicios en Australia, como medida de presión contra la nueva regulación, pero sólo uno cumplió su palabra: Facebook, que el 17 de febrero retiró de su plataforma todas las publicaciones de medios informativos y suspendió sus respectivas páginas.
Google, en cambio, capituló. Ese mismo día se anunció un pacto económico con el imperio mediático de Rupert Murdoch (Fox News, New York Post, Sky News, HarperCollins) para el licenciamiento de contenido de distintas marcas del consorcio, incluidas las que exigen suscripción, como The Wall Street Journal. Antes Google firmó con los otros grupos mediáticos australianos Seven West Media y Nine Entertainment, adelantándose a la nueva regulación con sus propios acuerdos.
Murdoch es poderoso en todo el mundo y sólo en Australia, su país natal, emplea a más de 3,000 periodistas y a un número desconocido de políticos profesionales, algunos de ellos impulsores de la nueva regulación.