El reconocido virólogo Luc Montagnier (1932-2022), quien ganó el Premio Nobel de Medicina (2008) por descubrir el VIH/Sida en 1983, murió a los 89 años en el desprestigio por difundir pseudociencia y amenazar a la salud pública. En el 2020 se enfiló por su postura antivacunas contra el covid-19 y a favor de que el coronavirus era un invento de laboratorio.
El francés Montagnier falleció el 8 de febrero en el Hospital Americano en Neuilly-sur-Seine, informó el alcalde de ese suburbio parisino, Jean-Christophe Fromantin. No se dio a conocer la causa de muerte.
El virólogo que descubrió cómo un virus puede causar una lenta y dolorosa muerte a un humano, en los años ochenta, se convirtió en un científico que desató controversias por sus posiciones contrarias a la ciencia.
El descubrimiento del VIH
A principios de los ochenta comenzó a circular información sobre la existencia de una enfermedad retroviral que dañaba el sistema inmunológico, afectaba principalmente a homosexuales y provocaba raros cánceres y neumonías. Montagnier se puso a trabajar en la búsqueda de la causa de estas enfermedades.
El equipo de Montagnier y su colega, la viróloga francesa Françoise Barré-Sinoussi, descubrieron el VIH en el Instituto Pasteur de París cuando el sida era conocido como “el misterioso síndrome de las cuatro haches” porque enfermaba a cuatro colectivos de personas: homosexuales, heroinómanos, hemofílicos y haitianos.
Como investigador principal del Instituto Pasteur de París, dirigió la unidad que se centró en los retrovirus, un grupo de microbios insidiosos que se multiplican empalmando su material genético en el genoma de una célula huésped.
En 1983 estudiaron un ganglio linfático inflamado de un diseñador de moda que mostraba signos tempranos de la enfermedad y se sorprendieron al encontrar un tipo de retrovirus nuevo, potente, que yacía oculto en los glóbulos blancos antes de estallar, replicarse y matar células que lo hicieron crecer. Este virus causaba lo que se llamó síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y era resistente a los medicamentos.
Montagnier y su equipo lucharon por el reconocimiento de la comunidad científica que, en un principio, ignoró y despreció el descubrimiento. Sin embargo, después descubrieron una actividad viral que abrió el camino para el análisis de sangre del VIH y que derivó en una lucha por la patente.
En 1984 un equipo estadunidense, encabezado por el investigador del Instituto Nacional del Cáncer, Robert C. Gallo, reclamó la autoría del hallazgo. La solución fue salomónica entre los entonces presidentes Ronald Reagan, de Estados Unidos y el primer ministro de Francia, Jacques Chirac y compartieron el crédito.
La lucha por la patente para la prueba de sangre de detección del sida la pidió el Instituto Pasteur en 1983. Sin embargo, el registro se le dio al equipo de Gallo en 1985. La disputa continuó hasta 1987, cuando los equipos francés y estadunidense se asumieron como “co-descubridores”.
En 1989, el periodista John Crewdson sugirió que Gallo había robado el virus a los franceses sin darse cuenta y los Servicios Nacionales de Salud en Estados Unidos (NIH) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos iniciaron una investigación, hasta que la Oficina de Integridad de la Investigación de Estados Unidos encontró a Gallo culpable de mala conducta científica, cargos que le fueron retirados en 1993, cuando Gallo reconoció que sus muestras posiblemente se habrían contaminado en Francia.
Las polémicas de Montagnier
En 2005, Montagnier declaró que con una buena alimentación se podrían evitar las infecciones por VIH en África. En 2017, el virólogo sostuvo que el agua puede recordar unas supuestas ondas electromagnéticas emitidas por el ADN de virus y bacterias. Nunca mostró pruebas.
Ese año recomendó curar al Papa Juan Pablo II, enfermo de Párkinson, con papaya fermentada. También criticó la eficacia de las vacunas porque “envenenan” a los niños, según publicó El País.
Más de cien académicos franceses dedicados a la ciencia y a la medicina se rebelaron contra el Nobel y en una carta abierta escribieron: “No podemos aceptar que uno de nuestros colegas utilice su Premio Nobel para difundir, fuera del campo de su competencia, mensajes peligrosos para la salud, despreciando la ética que debe regir la ciencia y la medicina”.
En 2020, cuando la pandemia de covid-19 afectó al mundo, Montagnier dijo que el SARS-CoV-2 había sido creado en un laboratorio insertando genes del VIH-1, el virus del sida, en un coronavirus, inyectándole ADN para encontrar una vacuna contra el sida. Después dijo que el virus desaparecería al poco tiempo porque tenía un origen artificial.
Desde que declaró que las vacunas provocaban autismo y se dedicó a la homeopatía se fue a vivir a Shanghái, China. Pero aún así no dejó de criticar a las vacunas contra covid-19 a las que acusó ser las causantes de las variantes.
En 2010 anunció un ensayo clínico en niños para probar un tratamiento con antibióticos contra los trastornos del aspecto autista, sin ninguna base científica.
Después, participó en congresos junto a personajes polémicos como Jenny McCarthy, antigua modelo de Playboy, sin formación médica, pero que era del movimiento contra cualquier vacuna, pues aseguraba que éstas provocaban autismo, lo cual había sido descartado por la comunidad científica.
Luego, Montagnier se convirtió en un obstáculo para la lucha contra el VIH/Sida y la búsqueda de una cura, denunció el virólogo John Moore, de la Universidad de Cornell, Estados Unidos: “Se ha abrazado, en los últimos años, a agendas pseudocientíficas y esto ha sido aprovechado para los negacionistas del sida y otros grupos marginales, que argumentan que Montagnier apoya a sus alocados”.