Muchas veces, la ciencia sirve para llevarnos allá donde la lógica más intuitiva parece estrellarse con un muro de incomprensión. Pongamos, por ejemplo, la curvatura del espacio-tiempo o el comportamiento cuántico de las partículas entrelazadas.
Las aplicaciones prácticas de algunos hallazgos científicos, tal como sucede con el comportamiento de la luz, también ofrecen resultados paradójicos. En primera instancia, si nos dijeran que la luz del sol puede servir como fuente de refrigeración lo consideraríamos algo completamente descabellado.
Pero esa es la tecnología que han desarrollado Yaron Shenhav y el equipo detrás de la empresa israelí SolCold.
Hasta ahora se conocía la posibilidad de enfriar por medio de rayos láser. El principio básico es que, en respuesta a los fotones que recibe y que inciden a nivel atómico en el material, este emite otros fotones con una frecuencia (o lo que es lo mismo, energía) más elevada, resultando en una pérdida energética neta. Es decir, un enfriamiento activo, no un simple efecto reflectante.
Shenhav, al que se le encendió la bombilla un caluroso día de verano en Tel Aviv atrapado en un apartamento con el aire acondicionado averiado, decidió aplicar este principio, aunque aprovechando el espectro solar para sustituir la utilización de rayos láseres.
El resultado es la tecnología que han bautizado como “Anti-Stokes Fluorescence” (Fluorescencia anti-Stokes) y su aplicación práctica en este caso consiste en una pintura de dos capas: la primera filtra los fotones del espectro de luz solar y la segunda realiza la conversión del calor en luz.
Las simulaciones de laboratorio indican que los resultados son mejores con tejados de metal que de hormigón y con habitaciones de techos bajos, en las que han conseguido llegar a temperaturas 10 oC inferiores a la conseguida con pintura blanca tan común hoy en día. Eso sí, por el momento implicará ciertas limitaciones estéticas: parafraseando a Henry Ford, se podrá elegir cualquier color mientras sea azul.
Aunque en comparación con otros tipos de pintura su coste sería relativamente elevado –más de 250 € por cada 100 metros cuadrados de superficie pintada– el ahorro energético podría ser más que considerable. De acuerdo con las previsiones de SolCold, sería factible alcanzar ahorros energéticos de hasta el 60%, con una duración de entre 10 y 15 años. Así, está previsto que los primeros clientes pertenecerán al mundo de la empresa.
Por último, las aplicaciones de esta pintura refrigerante no se limitan a nuestro planeta. En efecto, las estaciones espaciales y los satélites podrían beneficiarse también de sus cualidades. Porque, si bien las temperaturas en el espacio son extremadamente bajas, al no existir atmósfera se dificulta la disipación del calor generado por la radiación solar.
En la actualidad se utilizan materiales reflectantes, pero esta solución sería mucho más eficiente.
¿Inconvenientes? El enfriamiento, aunque en menor medida, se produce tanto en verano como en invierno por lo que su uso estaría indicado en zonas especialmente cálidas o desérticas como Oriente Medio.
En todo caso, aún es pronto para determinar las posibilidades de esta tecnología, ya que las primeras pruebas comerciales no están previstas hasta abril de 2021.