Los árboles de los bosques tropicales de Australia están muriendo al doble del ritmo anterior desde la década de 1980, aparentemente a causa de los impactos climáticos.
Son las conclusiones de un estudio internacional a largo plazo publicado en la revista ‘Nature’, descubrió que las tasas de mortalidad de los árboles tropicales se han duplicado en los últimos 35 años, a medida que el calentamiento global aumenta el poder de desecación de la atmósfera.
El deterioro de estos bosques reduce la biomasa y el almacenamiento de carbono, lo que hace cada vez más difícil mantener las temperaturas máximas globales muy por debajo del objetivo de 2 °C, como exige el Acuerdo de París.
El estudio, dirigido por investigadores del Centro Smithsoniano de Investigación Medioambiental (Estados Unidos), de la Universidad de Oxford (Reino Unido), y del Instituto Nacional de Investigación para el Desarrollo Sostenible (IRD) de Francia, con participación de científicos de Australia y Perú, utilizó registros de datos excepcionalmente largos de toda la selva tropical de Australia.
En él se constata que la tasa media de mortalidad de los árboles en estos bosques se ha duplicado en las últimas cuatro décadas. Los investigadores descubrieron que los árboles viven aproximadamente la mitad de tiempo, lo cual es un patrón consistente en todas las especies y lugares de la región. Según el equipo, el impacto se remonta a la década de 1980.
El doctor David Bauman, ecólogo de los bosques tropicales del Smithsonian, Oxford y el IRD, y autor principal del estudio, reconoce que «fue un shock detectar un aumento tan marcado de la mortalidad de los árboles, y más aún una tendencia consistente en toda la diversidad de especies y lugares que estudiamos. Una duplicación sostenida del riesgo de mortalidad implicaría que el carbono almacenado en los árboles vuelve dos veces más rápido a la atmósfera», advierte.
Por su parte, el doctor Sean McMahon, investigador principal del Smithsonian y autor principal del estudio, señala que «se necesitan muchas décadas de datos para detectar cambios a largo plazo en los organismos de larga vida, y la señal de un cambio puede verse abrumada por el ruido de muchos procesos».
Los doctores Bauman y McMahon subrayan que «un resultado notable de este estudio es que no sólo se detectó un aumento de la mortalidad, sino que este aumento parece haber comenzado en la década de 1980, lo que indica que los sistemas naturales de la Tierra pueden haber estado respondiendo al cambio climático durante décadas».
En este sentido, el profesor de Oxford Yadvinder Malhi, coautor del estudio, recuerda que «en los últimos años se han conocido los efectos del cambio climático en los corales de la Gran Barrera de Coral».
«Nuestro trabajo muestra que, si se mira hacia la costa del arrecife, los famosos bosques tropicales de Australia también están cambiando rápidamente –prosigue–. Además, el probable factor impulsor que identificamos, el creciente poder de desecación de la atmósfera causado por el calentamiento global, sugiere que pueden estar produciéndose aumentos similares en las tasas de mortalidad de los árboles en todos los bosques tropicales del mundo».
A su juicio, «de ser así, los bosques tropicales podrían convertirse pronto en fuentes de carbono, y el reto de limitar el calentamiento global por debajo de los 2 °C se hace más urgente y más difícil».
Igualmente, Susan Laurance, catedrática de Ecología Tropical de la Universidad James Cook, en Austalia, añade que «los conjuntos de datos a largo plazo como éste son muy raros y muy importantes para estudiar los cambios forestales en respuesta al cambio climático. Esto se debe a que los árboles de la selva tropical pueden tener vidas muy largas y también a que la muerte de los árboles no siempre es inmediata».
Estudios recientes en la Amazonia también han sugerido que las tasas de mortalidad de los árboles tropicales están aumentando, lo que debilita el sumidero de carbono. Pero la razón no está clara.
Los bosques tropicales intactos son grandes almacenes de carbono y hasta ahora han sido «sumideros de carbono», actuando como frenos moderados del ritmo del cambio climático al absorber alrededor del 12% de las emisiones de dióxido de carbono causadas por el hombre.
Al examinar los rangos climáticos de las especies arbóreas que muestran las mayores tasas de mortalidad, el equipo sugiere que el principal factor climático es el creciente poder de secado de la atmósfera. A medida que la atmósfera se calienta, extrae más humedad de las plantas, lo que provoca un mayor estrés hídrico en los árboles y, en última instancia, un mayor riesgo de muerte.
Cuando los investigadores analizaron las cifras, vieron que la pérdida de biomasa debida a este aumento de la mortalidad en las últimas décadas no se ha visto compensada por el aumento de biomasa derivado del crecimiento de los árboles y el reclutamiento de nuevos árboles. Esto implica que el aumento de la mortalidad se ha traducido en una disminución neta del potencial de estos bosques para compensar las emisiones de carbono.