En el reino vegetal existe una propiedad, compartida por diversas plantas, que ha sido bautizada como el “efecto loto”.
De forma resumida, se trata de las propiedades autolimpiables de sus hojas gracias a una tupida red nanoscópica que repele las gotas de agua con gran eficiencia. Es decir, tiene una superficie superhidrofóbica.
El botánico alemán Wilhelm Barthlott descubrió esta cualidad, y acuñó el término, en los años setenta del siglo pasado.
Y ya en los años ochenta y noventa comenzaron a desarrollarse los primeros materiales biomiméticos que la aprovechaban.
Ahora investigadores del departamento de ingeniería biomédica de la Universidad de Texas A&M han dado un paso más para crear un innovador material con aplicaciones antisépticas, autolimpiables y repelentes de la sangre.
“El botánico alemán Wilhelm Barthlott descubrió el «efecto loto» en los años 70 del siglo XX. Hoy se utiliza en numerosos materiales superhidrófobos.”
Hasta ahora las exigencias químicas y estructurales de los materiales superhidrofóbicos habían limitado su implantación en la biomedicina, pero los investigadores estadounidenses han desarrollado una alternativa basada en nanomateriales bidimensionales (2D).
El material que han empleado es el disulfuro de molibdeno (MoS2), modulado a escala atómica, de tal forma que se pueden definir los niveles de eficacia hidrofóbica o, incluso, otorgarle cualidades hidrófilas en caso de necesidad.
El nuevo material es lo suficientemente versátil para aplicarse en cristal, papel, látex o sílice.
Los científicos creen que su tecnología permitirá el manejo de células madre ya que, en las investigaciones tecnológicas realizadas, han comprobado que la sangre y los cultivos de células con proteínas no se adhieren a la superficie. También creen que, en un futuro, podría contribuir a determinar el llamado “destino” de las células madre, es decir, el tipo de célula especializada en que se manifiestan al desarrollarse.