Levantar un muro con ladrillos, si bien requiere cierta maña, es una tarea relativamente sencilla. Ladrillos, cemento y una paleta son prácticamente los únicos elementos necesarios. Es más, en ese terreno ya empiezan a aparecer tecnologías robóticas capaces de levantar estructuras por sí solas. Sin embargo, en el mundo microscópico, los “ladrillos” que componen la materia, esto es, los átomos y las moléculas, muestran un comportamiento mucho más imprevisible. Uno de los grandes logros en las últimas décadas ha sido el uso de los llamados microscopios de efecto túnel, que permiten manejar átomos y moléculas a nanoescala.
Por suerte, en el Instituto de Nanociencia Cuántica de Jülich en Alemania han desarrollado una técnica que permite identificar patrones y variaciones a escala molecular. La clave está en el uso de la inteligencia artificial y el aprendizaje de máquinas. Concretamente, una subdisciplina conocida como aprendizaje de refuerzo, que penaliza el error y premia el acierto. Es la misma tecnología que permitió al AlphaGo Zero de Google ganar por primera vez a un humano en el milenario juego asiático del Go.