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El ADN de las cosas, o cómo almacenar información en casi cualquier objeto.

Si la información y el big data son los nuevos yacimientos tecnológicos, su almacenamiento es un reto que también requerirá nuevos enfoques tecnológicos. Ya se sabe, los discos duros son como los bolsos: da igual lo grandes que sean, siempre los acabas llenando. Así que, en un contexto en el que la cantidad de datos crece exponencialmente -cada minuto se suben quinientas horas de vídeo a YouTube, por ejemplo- encontrar formas asequibles de guardar toda esa información es el objetivo de numerosos equipos de investigación e ingenieros. En estos últimos años, tales avances han permitido pasar de soportes magnéticos a discos duros de estado sólido (los SSD), pero quizá haya una tecnología mucho más revolucionara a la vuelta de la esquina. Al menos eso es lo que proponen en los laboratorios de ETH Zurich que, en colaboración con un científico israelí, han creado un nuevo método capaz de almacenar información en prácticamente cualquier objeto. Y en grandes cantidades.
Este centro de investigación suizo ha integrado varias tecnologías en torno a un innovador concepto. Lo han llamdo el «ADN de las cosas». El punto de partida ha sido una tecnología de impresión 3D a nanoescala con microcristales que permite generar pequeños códigos de barras imprimibles en cualquier superficie. Esta información, que tan solo es un código de cien bits, permite un acceso posterior y tiene una larga duración. Sus aplicaciones comprenden la autentificación de bienes o el rastreo de productos. Por su lado, el israelí Yaniv Erlich había estado trabajando en un método que, teóricamente, podría almacenar 215 000 terabytes de información en un solo gramo de ADN.
Ahora el laboratorio ha unido fuerzas con Erlich para presentar este innovador proyecto tecnológico. Su primera demostración se ha realizado con un conejo de plástico impreso en 3D. La diferencia es que el objeto incluye microcristales que almacenan el código necesario para imprimir un nuevo conejo. Es decir, una especie de ADN sintético. En un sentido, podría considerarse una forma de biomimética, es decir, recurrir a los principios de la naturaleza para desarrollar tecnologías humanas. Por ahora han conseguido almacenar información a escala de megabytes y el proceso aún está lejos de rivalizar en precio con las alternativas actuales, pero se ha abierto el camino a convertir desde un botón, un vaso o una botella en la nueva generación de discos duros.
Aplicaciones comerciales (y alguna que otra ”oculta”)
Los investigadores mencionan un gran número de posibles aplicaciones para su tecnología. Por ahora, algunas de las más relevantes son la inclusión de datos en fármacos o materiales de construcción. Esto permitiría identificarlos de forma segura y, a la vez, impedir su falsificación. De alguna forma es como si cada objeto incluyera su propio carné de identidad. No obstante, una de las aplicaciones más curiosas estaría en el terreno de una disciplina llamada esteganografía. Este término, procedente del griego, significa “escritura oculta”. Es decir, la posibilidad de ocultar mensajes en objetos. Un ejemplo sería la clásica tinta invisible. Técnicamente, el ADN de las cosas permitiría transportar información de manera inadvertida, alojándola en casi cualquier objeto.