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De la impresión 3D a la impresión 4D

De la impresión 3D a la impresión 4D

La impresión 3D es una de las tecnologías más prometedoras de este siglo. Desde hace años, disciplinas como la biomedicina están poniendo en práctica su potencial. Pero no es la única, la construcción también está aprovechando los beneficios de la impresión 3D e, incluso, esta tecnología se postula como la mejor candidata para, tal vez, algún día urbanizar Marte.
Por eso, que la impresión 3D es un concepto consolidado, no resulta novedoso. Sin embargo, ingenieros e investigadores están tratando de sumarle una dimensión más que sí lo es, y algunos proyectos ya lo han conseguido con éxito. De la mano de la impresión 3D, llega la impresión 4D. Veamos qué es esto.

La impresión 4D consiste en crear objetos inteligentes gracias a la impresión 3D, pero añadiéndoles una variable nueva, el tiempo. Se trata de imprimir piezas capaces de adaptarse al entorno e interactuar con él, es decir, materiales con un patrón preprogramado que les permite organizarse o modificar su forma por sí mismos, sin que un humano intervenga.

Por eso, la clave de la impresión 4D no reside tanto en el proceso, basado en las consabidas impresoras 3D, sino en los materiales que, en algunos casos, presentan la propiedad de construirse a sí mismos o de autorrepararse. La impresión 4D abre un mundo de posibilidades nuevas en los terrenos de la medicina, la ingeniería civil, la construcción, etc., ya que permitiría crear dispositivos con la característica de reaccionar ante las variaciones de temperatura, de presión, de humedad… y adaptarse a ellas.

Medicina y cirugía

Ropa y calzado

Aeronáutica y automoción

Construcción

Arquitectura

Transporte y logística

Industria informática

Telas inteligentes que autorregulan su temperatura y mucho más.

En el Instituto de Tecnología de Georgia, por ejemplo, han conseguido desarrollar una especie de flores con pétalos fabricadas por impresión 3D con la facultad de modificar su configuración frente a cambios de temperatura.

Los científicos han recurrido para ello a la tensegridad, un principio estructural basado en el empleo de componentes comprimidos y aislados, pero unidos únicamente por cables y que muestran un equilibrio de tensión entre sí. Estos materiales con sus estructuras térmicas manipuladas previamente reaccionaron en agua a 65°C y, pese a estar comprimidos, lograron obtener la forma esperada.